La veía y disfrutaba. Yacía en su cama  con las sabanas “blancas” en un lado y ella formaba parte de este espectáculo perfecto. Con una mano él la acariciaba. Y con la otra soportaba el peso de su cabeza en una posición habitual al realizar esto. Habitual porque no era la primera vez que lo hacía. Se consideraba a sí mismo un “cazador” y siempre le iba bien. Todas caían en sus garras y disfrutaban como él.
La desnudez de su cuerpo le recordaba las otras veces, pero esta vez si estaba satisfecho. La frialdad de las otras era obvia y esto no le apetecía. Sin embargo con su premio actual las cosas habían sido diferentes. Ella lo había hecho sentir poderoso y rey en su propio reino.
Con la mano que acariciaba el le empezó a tocar la frente y con las yemas de los dedos tocó los párpados. Ella no hizo gesto alguno. Esto era común. Todas dormían después.
Con gracia él hacía círculos en su cuerpo con los dedos, mientras jugaba mentalmente con sus intenciones. Sus senos duros y blancos eran bellos y perfectos. La dureza de los mismos, le dio satisfacción al pensar que probablemente ella estaba pensando y soñando con él.
Nuevamente se sintió rey.
De repente la mano de ella que yacía sobre su estomago se movió y esto si no era habitual. Nunca movían nada. Pero esta vez se había movido una mano. Probablemente una pesadilla y con este pensamiento él empezó a acariciarle la mano y así a tranquilizarla de su sueño que había perturbado su extrema calma.
Sintió que su mano estaba caliente y ella estaba fría así que llevo sus manos a su cuello el cual estaba helado. Con un movimiento muy lento situó sus manos en el cuello de su compañera.
Sintió como sus manos se llenaban del líquido casi imaginario que protagonizaba estas noches. Él estaba satisfecho de esto.
Victoria Sanchez yacía degollada en la cama de Roberto Fernández. Con los ojos abiertos su muerte era obvia y perfecta para la noche. Él no dejaba de disfrutar el espectáculo y seguía metiendo sus manos en un cuello destrozado y ya carente de forma. Solamente un espasmo lo había asustado puesto ninguna había hecho esto. Todas eran quietas y frías.
Muertas entre sábanas blancas.
La desnudez de su cuerpo le recordaba las otras veces, pero esta vez si estaba satisfecho. La frialdad de las otras era obvia y esto no le apetecía. Sin embargo con su premio actual las cosas habían sido diferentes. Ella lo había hecho sentir poderoso y rey en su propio reino.
Con la mano que acariciaba el le empezó a tocar la frente y con las yemas de los dedos tocó los párpados. Ella no hizo gesto alguno. Esto era común. Todas dormían después.
Con gracia él hacía círculos en su cuerpo con los dedos, mientras jugaba mentalmente con sus intenciones. Sus senos duros y blancos eran bellos y perfectos. La dureza de los mismos, le dio satisfacción al pensar que probablemente ella estaba pensando y soñando con él.
Nuevamente se sintió rey.
De repente la mano de ella que yacía sobre su estomago se movió y esto si no era habitual. Nunca movían nada. Pero esta vez se había movido una mano. Probablemente una pesadilla y con este pensamiento él empezó a acariciarle la mano y así a tranquilizarla de su sueño que había perturbado su extrema calma.
Sintió que su mano estaba caliente y ella estaba fría así que llevo sus manos a su cuello el cual estaba helado. Con un movimiento muy lento situó sus manos en el cuello de su compañera.
Sintió como sus manos se llenaban del líquido casi imaginario que protagonizaba estas noches. Él estaba satisfecho de esto.
Victoria Sanchez yacía degollada en la cama de Roberto Fernández. Con los ojos abiertos su muerte era obvia y perfecta para la noche. Él no dejaba de disfrutar el espectáculo y seguía metiendo sus manos en un cuello destrozado y ya carente de forma. Solamente un espasmo lo había asustado puesto ninguna había hecho esto. Todas eran quietas y frías.
Muertas entre sábanas blancas.
