Probablemente muchos piensan que están a punto de leer un cuento acerca de un vuelo en avión que ha desaparecido en pleno aire. O una noticia sobre otro avión más que se estrella.
Pero no.
Esto es una historia real.
No se en cual género puedo enmarcar mi historia pero lo que sí es cierto es que no fue placentero pasar por eso.
Todo transcurrió así:
Un domingo 3 de mayo al mediodía, me preparaba para lo peor. Despedirme de mis padres despúes de fin de semana perfecto y muy corto. Mi regreso lo haría en avión (o avioneta mejor dicho).
Después de un almuerzo súper rápido, nos dirigimos al aeropuerto para llevar a cabo la despedida interminable. Cuando llegamos, aquel sitio estaba lleno (en lo que podrías considerar como lleno en una ciudad donde parece que el alcalde le vendió el alma al diablo y se condenó a parecer abandonada).
Familias enteras despidiendo a una persona y una persona despidiendo a familias enteras. Estos ambientes no me gustan. De inmediato hablamos con unas amistades que nos encontramos (esto ya es común en Coro), para después empezar a despedirme de mi madre.
Debo admitir que antes no me gustaba que mis padres se quedaran tanto tiempo e inclusive hasta el momento en el que el avión despega. Pero ahora es diferente. Lamento no tener más tiempo con ellos y me encanta que mi madre se despida de mí mil veces.
En fin, de vuelta a mi historia:
Cuando logro desconectarme de los brazos de mi madre, me veo caminando hacia el avión. El escenario de los próximos minutos más angustiantes y largos de mi vida.
Logro sentarme en el puesto de 0.01 CM x 0.01 CM donde me toca viajar. Y me doy cuenta que en frente de mí, se sienta una chica con un bebé. Los ojos del niño son espectaculares y me ve con cara de desconcierto. Yo le sonrío y él llora. Su venganza no vino en exceso de decibeles para mis oidos sino de otra manera.
Cuando el avión despega, saco mi PSP y empiezo a matar Nazis. Mis audífonos no logran tapar los sonidos del bebé, lo cual en realidad no me importa.
Al momento de terminar un mundo (no se por qué todavía les llamo así a los niveles), descanso y exhalo. Mis manos casi entumecidas por las presión sobre los botones, cuando logro inhalar
Parentesis
(antes de viajar a Coro recibí una excelente noticia de mis padres. Mi cuarto tenía una aire acondicionado nuevo y que no hacía ruido. Las dos noches que dormí ahí me congelé pero ni importó. Consecuencia única: nariz tapada por los próximos días).
Continúo:
siento que algo me destapa la nariz. Un olor putrefacto y digno de muerte entra por mi nariz y se lleva todo lo que tiene en las vías. Los mocos se disuelven en medio de un agente natural que destruye todo a su alrededor y puede sacar lágrimas. Levanto la mirada y veo como el niño se rie de mí y empieza a sacudirse con tonos de venganza, mientras el aire casi desarrolla color de comiquitas cuando se propaga aquella morbosa muestra de nuestro organismo. Volteo con desesperación y la gente empieza a taparse la nariz ante el olor a mierda que llena el avión. La mamá del niño lo sacude con emoción mientras las olas de la inhumanidad llegan a mi nariz. Cierro los ojos y empiezo a pensar en cosas bonitas. Coño nada puede contra el olor. El niño se rie y la mamá inmune ante la monstruosidad lo levanta y lo sacude sin parar.
Los minutos fueron largos, no hubo turbulencia (y si la hubo ni la noté) y estos 2700 segundos de viaje fueron interminables y eternos. Prendí mi PSP nuevamente y quise jugar más. Los Nazis parecían reirse de mi y del status de mi mundo y no necesitaban granadas para matarme en el juego. No podía recargar y me di por vencido. Apagué el PSP y esperé el aterrizaje. Cuando por fin sonaron los cauchos el olor se intensificó y pensé en tomar la bolsita para vómitos para utilizarla pero me dije q no a mí mismo. Esto podría desencadenar una reacción en cadena.
Al abrir la escotilla del avión, todos los pasajeros salieron como una bala del avión. Cuando le pasé por el lado a madre e hijo, puedo jurar que se rieron de mí. Pero no estoy en posición de hacerlo, pues poco recuerdo estos minutos.
Lo único que me quedó de este regreso a Caracas en avión, fue una despedida eterna, una nariz destapada y la visión del infierno puro... o quizá el olor...